martes, 20 de noviembre de 2012

Tradiciones y cultura


Del día de muertos y no tan muertos

Por: María Sofía Pardo Reyes




“Casi todo lo absurdo de nuestra conducta es el resultado
de imitar a aquellos a los que no podemos parecernos”

Samuel Johnson



El día de muertos es una tradición completamente mexicana, pero ¿qué tanto del folklore mexicano sobrevive en las celebraciones de hoy en día? 

Los niños piden “calaverita”, pero vestidos de seres fantásticos –probablemente de la última película de terror hollywoodense que han visto– y en lugar de conformarse con dulces piden dinero para gastarlo en cosas probablemente no tan sanas.

La catrina y la representación de la muerte, tan comunes en los tiempos de la revolución, inclusive inmortalizadas en murales mexicanos, han sido sustituidas por  calabazas, gatos negros, fantasmas y momias, más comunes en el vecino país del norte. Las sonrientes calaveras han sido relegadas a segundo plano, a cuidar portones o a ser únicas visitantes de las ofrendas familiares.

El día de muertos ha quedado atrás, las celebraciones empiezan – y terminan – el día 31 de octubre con las famosas “fiestas de Halloween” donde la familia celebra a las brujas y a los seres de la noche sin tener una idea concreta de los orígenes de esta celebración, que nada tiene que ver con esto.

El famoso Halloween se remonta a la época de los druidas, donde estos sacerdotes hacían sacrificios para ayudar a las almas a descansar en paz y ser una guía para los espíritus, tanto buenos como malos, en su camino al más allá. Ahora, los únicos que pasan al más allá son el alcohol y las noches de desvelo en la que los adolescentes aprovechan el puente para acabar con un grado etílico nada envidiable.

Las tradiciones son importantes porque son parte de nuestra historia y nuestra identidad, y si las perdemos es como si desterráramos una de las pocas cosas auténticas y únicas que nos identifican como mexicanos. La celebración del Halloween por sí sola no es mala, pero no debe ser un sustituto de nuestras fiestas. No hay nada más hermoso que celebrar a la  muerte al puro estilo  mexicano.   

Cinefilia


La clásica de charros

                                           Allá en el rancho grande

Por: Isaac Díaz
Si te consideras cinéfilo no puedes dejar de ver una de las películas más representativas del cine mexicano.  

     Allá en el rancho grande (1936) es considerada por muchos como la mejor película mexicana de todos los tiempos, es un film que colocó a México en el escaparate mundial.

     La amistad entre el hacendado Felipe y su caporal Martín se ve amenazada por una serie de enredos y malentendidos alrededor de la virginidad de Crucita, una joven campesina de la que Martín está enamorado. Las equivocaciones se van resolviendo entre coplas, bailes y canciones.

     Cuenta con la fotografía de Gabriel Figueroa, a través de su mirada nos asomamos a un país vibrante y lleno de vida. Como él mismo lo expresó al recibir en 1971 el Premio Nacional de las Artes: “Estoy seguro de que si algún mérito tengo, es saber servirme de mis ojos, que conducen a las cámaras en la tarea de aprisionar no sólo los colores, las luces y las sombras, sino el movimiento que es la vida.”

      Un film lleno de estética. Nos muestra un México de los treinta, lleno de tradiciones y cultura.

Después de Allá en el rancho grande el cine mexicano nunca volvió a ser el mismo.