La maldición de la ópera prima
Por:
Karina Moreno
“Creer en la idea que
tienes
aunque alguien te diga que no es buena,
es el primer trabajo que tiene un realizador
al enfrentarse a su
primera película.
Si tienes una idea,
tienes que estar
convencido de ella
y seguir adelante, frente a cualquier
adversidad”
Raj Kumar Gupta
Hay quienes creen
que hacer una ópera prima es muy difícil, sin embargo algunos que lo logran ya no pueden subir al segundo peldaño.
Hacer la segunda película les resulta más
complicado pues deben enfrentarse a la realidad
de ya no contar con el apoyo que les brindan las escuelas o les cuesta
reponerse del amargo golpe de un fracaso en taquilla o tienen que desistir al
no encontrar un productor.
Nicolás Echeverría, notable documentalista
que debutó de forma prometedora en la ficción con el largo metraje Cabeza
de vaca (1991) ─que obtuvo numerosos premios alrededor del mundo─ tardó una
década en hacer su segundo filme: Vivir
mata (2002), una comedia fallida
que protagonizó Susana Zabaleta y Daniel Giménez Cacho. Desde entonces no ha
vuelto al cine de ficción. Algo similar ocurrió con Roberto Sneider, director
de la estupenda farsa Dos crímenes
(1995), esta película anunciaba la llegada de un cineasta sólido e
inteligente. Pasaron más de doce años para que volviera a dirigir, con Arráncame la vida (2007), basada en la
novela escrita por Ángeles Mastreta, la
cual fue un éxito en taquilla.
Pero no todo el panorama es sombrío.
Afortunadamente, se han dado casos de cineastas que logran tomarle el pulso con
rapidez a sus circunstancia. Entre algunos destacados que han filmado de forma
continua en poco tiempo tenemos a Carlos Reygadas (Japón, Batallas en el cielo
y Luz silenciosa) o Fernando Eimbcke
(Temporada de patos y Lake Tahoe). Y hay otros casos que van
en esta dirección, como Ernesto Contreras después de Párpados azules (2007) dio una entrevista donde compartió: “[…]tenía
ya listo un par de proyectos de ficción con mi hermano, sin embargo, mientras
decidíamos cuál era la adecuada para hacer una segunda ficción surgió el
documental Café tacuva: seguir siendo. Entonces
dijimos: ‘ok, aprenderé y lo viviré en lo que lo demás sigue avanzando’, y
ahora voy por la tercera, de pronto para ciertos cineastas puede ser
angustiante, pero para mi caso fue muy relajado […]”[1]. Eso fue lo
que dijo Contreras, cuya ópera prima, la mencionada Párpados azules, ganó el premio especial del jurado en el Festival
de Sundance en 2008.
Dentro del cine mexicano los números y
casos de “la maldición de la opera prima” son reveladores: solo entre 2006 y
2010, se han realizado 168 óperas primas, contra 107 segundos o terceros
títulos de un total de 339 producidos en ese periodo según el Instituto
Mexicano de Cinematografía. Ello se debe a varias razones a veces por la
carencia de recursos, apoyos y también a la falta de proyectos o al carácter y
confianza de los mismos cineastas. Algunos tienen uno o dos filmes y eso es
suficiente, pero en otros casos es de lamentar que se trunque una carrera con
visos de calidad.
La lista de ejemplos puede ampliarse a
operas primas y directores que pasaron sin pena ni gloria como: Gerardo Lara
por Un año perdido (1993), Oscar
Urrutia por Rio Terminal (1999), Jorge
Aguilera por Seres Humanos (2002),
Jaime Aparicio Guerrero por El mago
(2005) y un bastante y amargo “etcétera”.
José Antonio Valdés Peña en su libro Operas primas del cine mexicano
1988-2000 expone precisamente que cerca del 50 por ciento de
los debutantes no habían logrado hacer un segundo largometraje.
Las dos escuelas de cine más importantes
de México, el Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC) y el Centro
Universitario de Estudios Cinematográficos (CUEC), cuentan con sus propios
programas de óperas primas, mediante los cuales intentan apoyar a sus egresados
a filmar su primer largometraje; es una estrategia que permite la entrada de
nuevos talentos al cine mexicano. No se puede pasar por alto que el CUEC es
dirigido por Armando Casas, cineasta de un solo filme[2].
En conclusión, para que los cineastas
primerizos puedan desarrollarse lo que necesitan es que se provean de un buen
guion, unos buenos actores y también un buen productor que defienda su
proyecto. Pero esta recomendación será extensiva para cualquier cineasta, así
haga su primera o su décima película.
Por
otro lado, lo más difícil por ahora consiste en lograr que el público vea estas
primeras producciones, pues la taquilla sigue siendo la base del financiamiento del cine mexicano, su
abismo y su anhelo.
Así que como recomendación: vayan al
cine y apoyen a las cintas mexicanas, de nuestra asistencia a las salas depende
la supervivencia de esta industria nacional.
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